viernes, 20 de septiembre de 2013

UN DESAMOR Y UNA NUEVA FLOR...

UN DESAMOR Y UNA NUEVA FLOR...                 (RICARDO ALVAREZ).

Salía de un inmenso y lúgubre cemento
de nombre hospital/
Había transitado el signo del coma,
mi cuerpo como descapotada calesa
entre los metales de una móvil silla
de  cuatro ruedas avejentadas
bajando el mosaico del umbral/
Entonces creía que el cariño de la mano
había sepultado su rencor.

Quise narrarte a tus dobles oídos
el dolor de mis prados en la espalda,
el retumbar de mi mente estrellada,
el aguijón que en mis pies hizo morada,
el cielo del blanco yeso
y mi vigilia de cama anclada/

Sin mas espera que tu llegada me pregunté?...
¿Vendré aquí en regreso a renovar
el sentido del antifaz de la muerte conocida?
¿Del otro lado de la reja
estarán sus pies de raíces iluminadas?

Obtuve la paciencia del atrasado reloj
pero mi latido ya sonaba a muelle abandonado/
Fue entonces que te bajé de la colosal montaña azul
y regresé tu estatua de trapo al inestable mosaico de los mortales/
Fuiste llama que encendía mis hogares,
pero entre los fuertes vientos me arrojaste
como un pabilo de cera apagado/
Olvidé tus dos copas de frente.
Olvidé tu palabra con semblante y
Olvidé el deleite de tu ojo encontrado/

El tiempo trajo su nueva suplencia
en un rumor de súbito paso,
una azarosa emergencia de encuentro/
¡Una flor!...
Una flor que no se partía contra mis muros
ni olía a tus jardines olvidados/
Una flor que mi mundo ignoraba/
Un nombre que tu voz desconocía/
Venia de lejos...
De...
Nunca pregunté su origen de alhelíes
ni su rumbo de esparcida violeta/

Le conté a un solo oído mi fractura encolumnada,
ella estableció en su cuello
la flexible sonrisa del girasol y
apoyó su verde cabeza de espiga acariciada/

Yo estaba erguido de aspecto
como maizales rectos elaborando su fruto,
mi interior llevaba la maca de la uva maltratada/
Era el canto tísico de la sustancia sajada
cubierto de parches pelosos sin sonido/
Ella traía sus propios golpes
con música a flamenco llorado
y los nuevos hilos negros
en su pelo a clavel de odio olvidado/
En sus manos azules traía la marea compartida,
su uña fuerte partía la calada manzana
y en un infinitivo sin despedida
estableció sus potencias en mi corazón aliviado/



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