Antes de recorrer tus ojos
de profundo río
se helaban en vano mis
párpados,
la niebla transitaba
como una vagabunda palabra
de temblor y
las densas brumas
eran mis aguas sin conquista
de lagos.
Al destino de tu cintura
fue nadando mi gesto de
sonrisa,
cuando metió su mano el
esmalte adhesivo,
como si la vida nos uniera
por el vientre.
El amor quedó allí en
estanque,
la silaba quitó la palabra y
en un mismo idioma
habló la ternura con tea voz
de exterminio
a los pesados caballos del
mástil.
El hoy levanta su hocico de
mirada y
la paleta nos halla
transitando el blanco de
hebras
donde penetran intensos
nuestros cabellos de dura
batalla,
sin rogar a los oscuros ni
una única plegaria.
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