Porque aquí la lengua del hombre trasvasa la
longitud de sus límites.
El mundo gira y vuela como un parapeto con ojo
reventado/
Va ciego derrumbando la magia de las estaciones y
mutila su fuego/
La Galena tierra coagula su sangre de vena en suero,
alberga la inútil esperanza que la arrogancia del hombre aprenda de su
instalado veneno.
El mar expulsa sus peces fatigados pero nace del
aleteo una rama de alameda sin rupturas/
La dinamita en la mano del hombre destroza colgajos
de parches alineados
en una fusilada de fumantes del opio diario/
Los sentidos guarecen sus lluvias
de hierro en los nefastos arcones de los cerebros sin arteria
donde la globina no anduvo su
camino.
La estatua adorada de los senos de
la hembra hacen trizas los temblores del cristalino ojo del macho zángano/
Las ingles púbicas fecundan su
hormona, los nuevos huevos nacen
en sus montañas pilosas y
ascienden sus muslos dobles de columna,
donde los espejos ancestrales
conservan su imagen de impulso Adánico.
El tiempo del reloj esconde el
secreto de su biorritmo
en el hondo ombligo fémino,
la biblioteca de la raza conserva
su vientre de permanencia.
El hombre mata su propio espacio
de aire/
La mujer expulsa su soplo rebozado
de oxigeno.
El espanto y el miedo abren su
destronado reino en el fuego decisivo de la hembra donde el hilo impotente no
congela sus aguas.
Los capullos amanecen con luna
clara en sus ígneas trompas de Falopio,
el mundo renace en cada instante
por los lechos maternos que transmigran los pañales
y niños recién paridos no son óbice de su labor
materna.
Lo que el hombre ve como peligroso
obstáculo en el vértice del iceberg.
La mujer lo mira como vientre
sumergido de colosal producción frúctifera.
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Poemas de ricardo
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