lunes, 28 de septiembre de 2015

HIJO DEL COSMOS -- PRIMER PREMIO POESÍA INTERACTIVA DE LA UNIVERSIDAD DE BUESNOS AIRES - U.B.A. – POSTGRADO- 1.985 - Editorial LIBROS EN DEMOCRACIA

 

 

 

 

 

 

Soy el hijo paria del cosmos atrapado en la nebulosa red
de la cotidiana mediocridad.
El loco temperamental para los pálidos.
Sentimental y turbulento como la sangre revuelta en mis arterias.
     No miro de la altura a la gente pero mis rodillas no se doblan/
Tengo las palmas gastadas del pasado.
Mi purismo algo impúdico,
la lealtad es el himno de mi corazón
 y mi lengua no va mas allá del limite que le concierne.

¿Y del presente?... Siempre van a juzgar sin argumento.
Si alguien pone en la balanza un peso equivalente a mi honor
acepto el desafío,
Aquí está mi guante inmaculado
 sin mas testigo que mi palabra.
Sin democracia no acepto nada,
si me tiran con balas respondo con cañones.
Juro que aún mi piel de instinto cede, doy por cierto el apetito de la carne.

Se agotaron mis piedras pecaminosas hostigando
mis libres pecados
y no hallo ni una roca desmenuzada en arena que condone
mis pecados,
ni el bronce de la balanza para juzgar  
en dictamen errores nimios de vidas congéneres.

Si me sumerjo por dentro no soy carne de oferta,
todavía hay templos blancos pintados en mi alma.
Mis piernas de calle caminan siempre para adelante,
con locura de ganado estrafalario al sonido del disparo.
Me crié en el barro entre las aceras y en sus códigos fui educado.
Tropecé en el caos de las avenidas
y más de una vez sin piedad me revolcó la vida/

Aun en mis arcaicos espejos andan imágenes
de mil rostros que he cambiado.
Me evado de los conciertos, teatros,
auditorios, cubículos cerrados, conclaves y concilios,
me estimula el hábitat misterioso
que impera en el silencio cautivante del Valle de la Luna.

Me cautivan épicas de fábulas verdes, historias de claveles,
Mi pobre reino es la mínima región de un poema,
letras que batallan férreas como libres herraduras
cabalgando repiques de alados corceles nómades.
Me incitan los asientos de inopes ágoras
y no los desvanes de opulentas construcciones/
Aun llueven cristales en mis ánforas,
no comparto ni una gota con glaciales ecuaciones.
Arrastro transgresiones que suelto en cada pisada
y ni un exiguo quejido liberan los dolores
porque mis piernas conservan la voz altiva de los ideales.

Mis tercas rodillas no aprendieron a doblarse
ni mi lengua a pedir clemencia/
Ni en la cama de los muertos,
ni en el sepulcro de los vivos ambulantes/



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