viernes, 17 de febrero de 2017

CASTIDAD AMANECIENTE


Cielo de madrugada, tímido asomas tus ojos
estrellados en el cristal de una filosa nova,
Te reflejas como la noche rota  en pena partida
de ínfimos espejos,
como un cepillo que despeina los pelos lánguidos de la tierra
y el velo tormentoso de la bruma con sus alas rotas
deja tu postergado claro en el buzón gris de la niebla espesa
y su corazón de oscura tiza/.

En tu inocente castidad amaneces
con el trémulo rubor del aceite en la rama/
Y aquellos...
Esos y los otros que miran hacia arriba,
ven tu seda de nodriza casadera y
tu mortaja iluminada empujando un espacio de relámpagos
donde tu techo de mano floja libera el invertido manantial
en los brazos furiosos del agua en caída/
Agua próxima al pétreo que arroja ladrillos por tus grises desvelos.
Cielo sólido del plomizo rasgando un agujero de aire
donde pronunciar tu voz de presencia
y la ingrata ausencia del movimiento te va dejando sin aliento/
Con la sed y el hambre de los sazonados manjares
mientras la lluvia te desarma como un juguete de plástico
y la bruma despliega su telón tiznado/
Entre las paredes del aire aguardas
con tu piel de astro macizo sentado al banco de la espera
que entre las avenidas sin huertos un coloso paraguas cubra tu vergüenza/
Mientras... Nosotros...
Plantados en las veredas como un hongo de secuela
trepanamos cada poro de los submarinos techos
con el afán de vida de peces ahogados,
bruñimos la espalda del vidrio errante
porque ansiamos tu presencia de noble celeste
iluminando con tus planas pupilas espirantes
las amantes miradas de tu esencia
en este trajinado urbanismo sin colores
donde estamos sin prados con tu ausencia/



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