No era otro vientre
más que el tuyo
el reguero azul de tinte
en el seno de tu ombligo,
no había armonía en el silencio,
solo tu palabra
sobrevivía escalas del viento
delatando notas por tu boca.
Naufrago en tu cuerpo
la sinuosa línea del otoño,
en sus manos arqueadas de acacias
traía hojas que abrigaban como lanas
que acarician tus palmas de fuego.
Tus ojos devolvían
ternura de crepúsculos
a mi rostro
y en este puerto de fogatas
el tizón del brazo tañía el leño.
Y no eran tus manos
más que el abrazo de mi cuerpo,
el círculo del trigo en el granero,
Surco de fresca amenaza, túnel de
dicha,
eras vena de bodega
en gravidez de atolones y cascadas.
El ceñir, marea infinita
de aguas salitres,
rumbo de brújula, timón a tu ensueño,
bitácora iluminada
marco cruces al piélago
y tú…
Estampe heráldico de lis vas flotando
sobre mi sudor
con tus dedos oceánicos.
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