En las
rígidas noches, cortés embalsamador,
mis parpados
anhelan ocultarse de la luz.
Cierra con
sutiles dedos de indeleble espuma
envoltorios de
penumbras en un capullo celestial.
Líbrame de todo
el ayer que va cayendo,
la oscura
voluntad del insomnio inquisidor,
obtura mis ojos
de ansias en un arca de paz
y derrama sobre
el lecho los dones de tu amapola azul.
Este
abatimiento es un invisible tejido de cruz.
Derrumba las
torres de impronta arrebatadora,
hurga con tus
dedos los más recónditos engendros
y sostenme,
blanco embalsamador,
en un sueño
plácido de ternura angelical.
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