Me abstraen las hélices del
viento
donde giran las rosas,
me extasían élitros
de libres mariposas
aunque en mi adyacencia
soy perseguido por la sombra
me alegra mirar altas torres
del poniente
y compadres rostros de agua
paseando por el cielo.
Vibran las ramas del
crepúsculo saliente,
el espacio se adueña del
tiempo,
el cuerpo va con nimia
conciencia
a restaurar su pecho
que en la jornada laboriosa
ha quedado en molienda,
tan dura la carne como
desierto salitre.
Exánime al lecho me tiendo,
la lámpara solar apaga
su fluorescencia,
derrumbe de parpados
somnolientos
recalan en laberintos de
inconsciencia
nada perturba los ebrios
oídos,
solo el ansía de vida golpea
tímpanos embelesados de notas
celestes.
Claudican rugientes
sarracenas
y la esperanza aflora
cuando el silencio se
adelgaza
el negror rígido se desvanece.
Despierto con la luz del alba
aclareciendo el domo de mi
entrecejo,
sonrío como niño en deleite
sin poder frenar las
carcajadas.
Así me place vivir el frescor
inaugural del oriente.
Erguirme fuerte y desnudo montado
al cuerpo de la ola.
De LLUEVE EL VIENTO EN LOS
TEJADOS- A publicarse en julio 2019 -
Ed. PALIBROS - N.YORK - EEUU
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