Estoy inmerso en las entrañas
de un inframundo Kafkiano.
Vago en la colorida gama de
la locura de un Van Gogh.
Tremolo a la brisa de las
Parcas al andar,
atónito y perplejo me
estremezco al sónico aleteo de las Valkirias.
Ladronas de sueños.
Trocadoras de una realidad posible.
Heredé lo licencioso y no la
poesía de un Rimbaud,
cuando la nave perdió su
rumbo con un capitán ebrio,
el timón de galeote lo tomó
un marino inexperto.
¡ OH, arrogantes y
omniscientes Dioses del Olimpo ¡
Después de la tormenta y el
Diluvio...
Estoy aquí, de pie nuevamente.
Acepto el desafío.
Al calor de la batalla y
de la moraleja la lección
aprendida:
El camino de ida al abismo
está abierto.
El regreso es un atómico
pasillo, de espinas, rocas,
pedregales de laberinto sin
salida/.
Ahora miro de mi Atalaya el
crepúsculo,
con asombro y espanto él
cenit del pasado.
Apunto el paso a la senda de
la razón,
con espíritu y corazón de
Ares en mi mano.
¡OH, cabeza de Medusa ¡
Dame la sabiduría de actuar.
De la ceniza del espanto ya
conozco su canto.
Este es mi espacio infinito,
mi breve lugar.
De él no he de moverme hasta
que así lo decida.
¡Ya no soy mi propio enemigo
¡
Ahora soy labrador de mi
electo destino
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