Blanca mujer, mansedumbre
conífera.
Al acecho mis manos andan con
gracia persistente
sendas donde se abren tus
colinas.
Arando tus planicies de pubis
fresco socavo galerías.
De mí huyen las bestias,
pájaros trinando enmudecen
cuando por las noches eres
mia
y la soledad se apaga con tu
nombre
como dos columnas de luces.
Mujer, risa de banquete
prístina.
Andar de llama ardiente en
las cumbres.
Tu piel es de plumaje real. y
tu corona...
Tu corona, de reina.
la poso mi beso en tu cabeza.
¡Ah. Mujer mia, la de los
Balcanes sedientos ¡
El amor me inunda y estalla
mi voz
de gruta arenosa al decirte:
Para tu libertad bastan mis
alas.
Para mi corazón tu vuelo.
Blanca mujer de almibarado
aliento
vocifero en hélice huracanada
que el sol renace tras tus
pestañas
cuando la luna aletea tus
ojos en infinito collar de letargo.
Paciente aguarda tu sueño,
oculta tu contorno enmudecida
a tu presencia.
Al ocaso, el rocío espeja tu
mirada
y por tu boca emerge un
crepúsculo de voces.
Los cauces de mis venas
hinchadas explotan
y mi sed eterna de roble
contigo calma.
Tremola infinita de paisajes
con chispazos,
los dos cuerpos bajo la miel
del bresco derrotado
galope de savia entre
noctámbulas azucenas
gravitamos con la delicia
de un cometa entre las manos
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