Tiembla amada...
Cada mañana félida que
vivimos
como un verano de tigres
devorantes,
lastimados en garras rojas
como la huella del surco
arado en la tierra/
El puente une sus cejas
pobladas de palomas y
estira su elástica madera
de tu palma a mi mano/
Halla al mediodía
el pétalo de tu piel
apergaminada,
la pintada gacela camina su
quietud
en tu cintura de perfecta
acuarela...
Pincel de tu amor...
Amor que no entiende de
fatigas
ni reconoce el espanto
cuando la tarde va entrando
su ultima ventana de
crepúsculo menguante/
La noche cierra sus puertas
anticipadas
en nuestro cuarto donde las
bocas reviven...
Bocas...
Bocas nuestras de profundo
fondeo,
van levando sus anclas de
puerto conocido/
Las bestias animales escriben
nuestro cuerpo de página
y como casales pingüinos
devoramos la Antártida,
porque nuestra brújula de
fuego no equivocó su camino/
La noche resume en visible
cuarentena
mientras la vida escoge su
minuto selecto
al reloj de una equilibrada
ruleta,
que segura lanza su bolilla
de magia y
va quedando tu vertical
grieta calma,
cuando confías tus sueños de
enardecida violeta
a la segura puerta de mi
verde pecho,
instruido en las hierbas de
septiembre/
¡Amor!
Logramos que el frío julio
agote su pulmón de planeta...
En el país que lleva nuestros
nombres repetidos.
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