Los pacientes dedos del
orfebre
y las manos sutiles del
artesano
se quiebran en vidriosos
calendarios
ante la presencia de la
fiebre
que magnifica ídolos de barro
y por un instante fugaz de
gloria mueren.
Iconos de una moda plástica
subyugan el cristal de las
pantallas,
algunas memorias divagan en
su claustro
donde la rígida estructura
del pensamiento
aplaudiendo títeres con
guiños de payasos.
En esta quietud de hierros
ficcionarios bustos
se desgranan y en un día
copioso de lluvia
se desmoronan fetiches de
inútiles Templarios.
La arritmia politeísta
desfallece en el ápice de los cardos,
la confusión dialéctica
transmuta
palabras babélicas que chocan
contra muros ásperos.
Caducidad en los paganos
ojos, desconcierta la lectura,
la falacia de los límites
retrotrae sus anticuario.
El verso se fortalece en la
silaba
sin menospreciar al sujeto
sustantivo
y los brazos abiertos de la
poesía
conservan vuelos de indómitos
pájaros.
Al aire cenizos soliviantan
efímeras oquedades de vacuos adjetivos
mientras el ávido lector
interpreta el contenido
el poema escrito estalla
desde la sumersión abisal de las vísceras
y en el escenario poético no
caben los ídolos de barro
con la afrenta de sus
mentiras.
De LLUEVE EL
VIENTO EN LOS TEJADOS- a publicarse julio 2019 - Ed. PALIBROS - N.YORK - EEUU
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