Después del fuego
un túmulo de cenizas esparce
el viento,
árboles deshojados
de raíces yertas,
hendidos al asilo estéril de
la tierra
simulan un drástico escenario
de sombra muerta.
La lluvia negra es impacto de
zurriago,
cuero que se ensaña con
trazos de brea
Un cielo de encono baja su
ira
como un martillo corpulento.
Una errátil greguería de
silencio no expresa
la horrenda contemplación de
la abierta
cicatriz donde la migración
del contorno punza al nervio,
hasta el alarido que inmola
el sustento
de la carne azotada.
Y no hay luces entre la
hojarasca
que delaten la permanencia
del cuerpo.
Vislumbrar después del fuego
la marca de la huella
indeleble
que no regresa por la misma
pisada.
El vuelo cadavérico de
gorriones,
órganos sin instrumento en
ficción de cáscara.
La voz apagada condensa un
mordaz silencio
que gotea plomo sobre
escarcha,
y la memoria va quemando
vestigios de su recuerdo.
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Poemas de ricardo
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