martes, 12 de mayo de 2015

BUSQUÉ TU MIRADA



Me fracturé entre soles y lunas
buscando tu mirada en los montes.
Eras eco en las alturas y
en cielos oscuros mi cántaro indemne.
Caminé por valles y montañas,
quebradas, cuchillas y planicies sin horizonte
preguntando por la historia que dejé en tus oídos.
Aun eras amor de ensueño,
calor de morados frutos,
glicina sonriente enroscada a la mañana.
Me iba adelgazando como peregrino bajo infernal estío,
cual la aridez en el cuerpo enflaquecido de la marea
y en triste paso sin consuelo  era vasija sin vino.
Te busqué entre los vaivenes del manzano,
mi amor era ese fruto descarnado,
una cruz de luto, un cruel lastre que no cesa al ocaso.
Iba cargando mochilas de recuerdos repletas
más las horas del mundo movían inquietas manillas.
El tiempo se consumía en densos bosques
y no había ni una mínima gota de tus gajos.
Pacientes corrían mis arterias
luchando contra el impulso emancipado.
Entre hileras de brazas encendidas
me senté en la piedra de los reclamos
cual si fueses a arribar tu pulso
trayendo tu corazón a mis manos.
En ese duro asiento una brisa de nieve era frescor
en mi rostro, me embebí con licor de cerezo
porque en la oquedad del pecho algo dolía.
Los dientes se mellaron en mis entrañas mordidas,
sangraba bajo ese negro paraguas el alma.
Disfrazado evocaba tus caricias invernales
memorando ese silencio de rumor
donde todo era salmo de voces.
Ya no quiero esos muros sensibles
hamacándose de  a ratos, ese instante sin razón
donde penetré mis ilusiones.
Tal vez madure en mi boca otro nombre
que renueve sinsabores de mi paladar,
venga con alas guardianas de aleteo circular
y en su compañía tape esa pendiente suicida.


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