El sol refleja en el espejo la desfiguración de
tu forma
la sombra no armoniza la idealización sin
respuesta,
paseas por la noche sin adormecerte tu
inestable apariencia,
al entrar al fuego sales tan frío como un
invierno de espuelas
inmune sales como orquídea de luto negra.
Había ornamentado con laureles en tu corona,
ignorabas entonces, casi con desprecio, olores
a madreselvas
en ramilletes de flores desvalorizabas las rosas
como si nada hubiera acontecido olvidaste las
lentejuelas
pegadas una a una con la lengua en tu vestido
deslumbrante.
El lavó tus heridas, se hincaba para adorarte,
en acción sublime nunca cuestionó tu rictus de
sátira perversa
pero en un guiño desbordaste a cuenta gotas el
fin de la palabra mansa.
Eras dilema de un paradigma que busca lo que no
encuentra
y en capricho devalúas la cotización apreciable
de minúsculas cosas.
El quedó con dos boronas rojizas mojadas de llorar
raudo en la mesa,
con ojos
de nebulosas y el paladar árido de malgastar tiernos fonemas.
Tu boca se había hecho una lanza que a carne
viva clavaba sus costales
mientras el huía con el molde de antigua forma,
abrió los parpados
de frontera y presuroso corrió asfixiados de
sales.
Después de vivir con luces cargadas en tu
espalda, bañada con burbujas
broncíneas en cálidos veranos, el espejo se
tornó nieve de pico alto
que se desbarrancó en alud que comprime diálogo
de amor pasado,
sesgada la monarquía de tu tiara, vestida con
umbría toga
se diluyeron tristes tus manos como peregrina de
máscara indeseable.
De LLUEVE EL VIENTO EN LOS
TEJADOS- a publicarse julio 2019 - Ed. PALIBROS - N.YORK - EEUU
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