Sumergida la intimidad en madejas de sangre
oceánica
con el impacto natural ornados, rosáceas manos,
nacarado primordial de ostras sujeta a los labios.
En el cuerpo del agua se suspenden gotas de
amapolas.
Somos hojas gemelas, tules con piélago de noche
arcaica terciopelo.
Un bello jardín de figuras con verbenas y ramas
cuencas.
El sol metido en una cesta, mitad crepúsculo, mitad
cosecha.
El oriente amanece en tus pestañas, muñeca
violácea,
el poniente ilumina ocasos hasta la fluorescencia del
alma.
En la sinuosidad de los cuerpos un topacio rocío nos
hospeda,
somos belfos que al vapor del amplio reducto se
acrecientan
y suben los valores en tus cabellos pintando lunas
llenas.
Somos telas primitivas girando en la misma rueca
trueno,
rayo y relámpago, campanas de unísono.
Amor mío, mi amor, amor hallado de pronto en la
ostra perlada.
Quiero comer contigo, estar, amar contigo, los
hilos de mi sangre acostumbrada.
Tocarte y verte, sentir tu cuerpo retozando en
compañía con la almohada.
Poema 66 de mi libro PASIONARIO
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