Hábil embalsamador, en el ápice de esta quieta noche,
estaña con tus extremos de roce inadvertido,
los escudados ojos que lucen su extravagante fantoche
y con una hebilla de sombra cose tinieblas de olvido.
¡Oh, zalamero sueño! Corta con tus hélices
voluntariosas mis párpados tenazmente afligidos.
Termina esta lisonja de espera que se impone
antes que el cinturón del tálamo se anegue de gemidos.
Sálvame de esta mordaz dormidera con tu presencia
mística, lava con lejía mi almohada de pasado grave,
desanuda los torniquetes del suplicio la insomne conciencia,
con un tarugo obtura las sombras que agreden la calma.
Diestramente con tus dóciles cerraduras de lino suave
gira las válvulas y precinta con blandura el cesto que da paz al alma.
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