Esta
noche te han curvado
mis
besos amor,
compartimos
cuerpos de placer,
de
penas y llantos que se han secado
en
esos paños que tienes,
ojos míos
benditos.
Nos
crucificamos
sobre
un madero acolchado.
En
este martes santo
cayó
en castidad
a
tu boca el beso más tierno
que
te haya dado.
La
sombra fue pausa en brevedad
que
no ofendió
el
brillo del plenilunio lunar.
Amor,
no
habrá reproches nefastos,
en
este nuevo desandar
derretiremos
inviernos
sobre
las formas de tu vientre,
la
caricia se tupirá de blandas badanas
y
el amor extasiado de placer
colmará
los silos del cereal.
Seremos
agua anegada,
marea
sacra de esqueletos vibrantes,
adyacentes
olas plegándose
a
las gentiles colinas de tus senos
que
traspasan la eternidad
y
ocupan el silencio que corroe
el
badajo de tu gola.
Certero
lirismo en las melódicas campanas
que
componen los resaltos agudos de tu boca
seguirán
tendidos clamando mi nombre.
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