martes, 11 de diciembre de 2018

LABIOS EN LA COPA




Tendido en el albor sobre las raíces glaucas del tálamo,
veo llegar sus pupilas de baldío, los cabellos accesibles en su esplendor,
labiales acallados, el cuerpo habilitado cae en mis brazos derretido
como un pabilo de cera inquieta.
La sangre distendida fluye en sus venas, un plegar de parpados
la asemejan en mirada a una Diosa con diamantes dorados.
Es la callada compañía del silencio despoblado, la voz queda del ámbito.

Vocación de espada blanca, torbellino de corrientes mi erguida sustancia.
Ella es la sombra anhelada del ayer, presencia de luz transparente.
El sudor del cuerpo es calvario, paradisíaco fragor y ocular paisaje,
una gota de sal en sacudida, hija del movimiento es su sonrisa
de esmalte ebúrneo, de edades sin tiempo.

Viene a iluminar mi vida con sus faros encendidos,
tras la blusa del sigilo están las abras anheladas,
atajo entre cerros erguidos, desprende olor a cerezos puntiagudos,
Vestida o desnuda es tan perfecta como nueva luna evanescente,
tiene feromonas de lluvia que en su pecho dormitan.
Es la precisión de la agricultura, el copo de nieve derretido en mis manos,
corona abierta, imperio de flor venturosa,
Su canto seduce mis constelaciones dormidas.
Se disparan los besos y las piernas torcidas
son sonar de ruido rojo, de huesos quebrándose.
La manos bronceadas se juntan como espigas bajo el mismo sol dorándose.

Respira el aire tibio en las dos mitades del espíritu, el alma yace sorda,
somos barahúnda de goterón diluido en una gota de jalea.
Cascada de ríos turbios, cruzamos aguas sobre puente amarillos.
Los parpados cansados levantan su forma y miran más allá del olvido
golpeando los ejes simétricos de las cisuras, como un desgarrado vidrio
caemos al polvo del alfeizar mordiéndonos hasta lo oscuro.

Rozamos la última ventana del infinito y entre las raíces cruzadas
hay un hueco de agua en estanque,
Un istmo de espuma decaída en anochecer de blancura laqueado
donde se limpian los hornos nupciales.
Sonríen los labios vivos a las patrias que recogen nuestra sangre de velo escurridizo. Astros somos de un mismo cielo asentado.
Tras el diapasón del incendio el flujo acuoso exprimido,
bebemos en la misma copa el cuerpo espirituoso del licor  
que enaltece loa labios de cristales extasiados.


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