Las oigo como el viento sibilante en
susurro,
desnudas las veo en aposento de nido
girando en su redor blancas palomas con
murmullo
se oyen partículas de gota en la misa,
la liturgia se alegra cuando han
revivido.
La historia del pan y el vino, las
espinas de enfrente
se doblan al tumulto de jóvenes en la
fuente.
Expiran canto ruiseñor en una boda
celestina,
pero aún cuando su metal duerme
abren sus ojos de espías taciturnas
y aplaude su repique al bostezar el
alba.
Entra la luz matinal y pálida la noche
se dibujan
baja de las montañas a los valles
donde urden filamentos broncíneos.
Estén brillantes o empañadas en sus alas
rozan la panza del cielo en consuelo
al bajar su tristeza de lágrimas por las
calles.
Las campanas de mi pueblo acompañas en
ceremonia
de calmos bemoles o sostenidos mayores,
en un ritual despidiendo la hora
de algún muerto bien vestido en
extremaunción,
o en la esfera del agua sacra cayendo en
manantial
de comunión, en el alegre bautismo de la
iniciación.
Las campanas caminan con mi pueblo y sus
colores,
la gente escucha sus bronces como un
remando albo de gaviotas.
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