La piedra por ser piedra
no deja de ser naturaleza,
otea una luna de ojos viudos
que triste ve latos
horizontes,
planicies de sembradíos
donde la madre del vino
en su estación oblicua
recogen manos de vendimia
el globo del racimo.
Inicio de sed repentina
laboriosos cosecheros con
retinas
mustias desvanecen del cuerpo
otoñales melancolías.
Así como los visillos
abren sus parpados urdidos
hay altas torres que celan
planicies.
Obturan fatigadas pupilas
pero la voz del arzobispo
tercermundista
Jorge, quién cruza países
abriendo fronteras,
el buen pastor consuela
destierros,
predica el piro humanista.
Persiste en percutir los
tímpanos
aunque algún oído rechace
ecuánimes palabras.
Las carnes pedregosas claman
desalojar alambres de
confines,
espectros umbríos
que opacan visión de luz
eterna.
Devastar efímeras victorias
y sea piedra o roca
siempre el veraz reflejo
del cristal proyecta
el vacio de la derrota.
Amén, concluyó Francisco,
el gentil samaritano
sobre la piedra que es luz de
cimiento.
De LLUEVE EL VIENTO EN LOS
TEJADOS- Publicado en julio 2019 - Ed.
PALIBROS - N.YORK - EEUU
Hecho el Depósito según la ley 11-723-
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