Al atardecer cae la cola del
crepúsculo,
negror de tormentas amenazan
colinas
donde los pájaros del bosque
trinan
orquestales coros de antiguos
grillos.
Inclinada la mies tiñe tu
vestido
el fruto del castaño da su
fruto.
silencio de pabilo, barniz de
embeleso,
ojos desorbitados, expresión
de ansias.
Un mitón platinado consume la
cera
del candil extenuado en
abisal profundo,
quietud de viento, noche de
cometas
bajo los telares del
firmamento urdido,
amplitud del tálamo,
habilitación que imbrica
cuerpos al aire, visión
concluyente certifica
estallido de golas en la
intimidad del reducto.
El sudor riega acequias
acanaladas en los valles.
Transfiguración del monje su
rostro apacible,
arrebolados pómulos establecen lo furtivo
de violáceos trigos y
vendimias purpurinas,
lazos de mis manos coronan
tus trances.
Nocturnas amapolas, reposa el
ave sobre el tamarindo.
En lo forestal de tus piernas
reviven los sepulcros
cuando posas la frente de
mitones platinados,
es tu boca la luna otoñal, sombría
aurora, dipsómana eclipse,
alunada de narcóticos, opio
natural, extracto jazmíneo,
resuella quedamente el
suspiro en piedras amarillas.
Con tiara nocturna he rodeado
briznas de tu semblante
y atónito contemplo el medro
de tus jardines Isabelinos.
De LLUEVE EL
VIENTO EN LOS TEJADOS- a publicarse julio 2019 - Ed. PALIBROS - N.YORK - EEUU
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