Bruscamente la tarde se fuga
en la larga cola de viento
Nada presagia gravitantes aguaceros
sobre el jardín duerme la
sombra de un arroyo.
Un pájaro ingenuo bebe agua
en los espejos,
tiemblan las ramas del
silencio
desanudando hojas de precoces
inviernos.
Ya no vibran las ramas del
crepúsculo,
el anochecer va instalando
redomas de luceros
y una luna con ojos de
pantera revela el instante inquieto
donde gravita lo tupido del
sueño.
En este ámbito libre hay
señales de cortisona en ribetes,
deambulan las calles águilas
de rostro taciturno
relojes en el compas de los
horizontes,
pendulares restos de niebla
envejecida por el tiempo,
se sacuden astros
polvorientos en alcobas y flejes.
lo interno ilumina plafones
de iridiscencia vacía,
en este vértigo de ahogo me
asfixio y son mis propios torniquetes
que rebalsan aguas heridas de
sangrante plomizo.
Mido la distancia en la
trompa del domo celeste,
obseso me pregunto,
estrafalario enloquecido
de tener los ojos abiertos
en esta curtida osamenta que
de cansancio fallece.
¿Quién mitigará la ultima
estrella que irradia lumen del fondo del estanque para que los párpados noctívagos
ocluyan sus destellos?
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