Amaneció el cielo su naranja.
plagado de alondras y
cansinas hojas que fueron noche
y en descenso fue su velo
desplegado
a reposar su arsenal amarillo en tu frente.
En la barranca del río se
despeño la piedra solitaria
y explotando sus esmeraldas
en orden
forjó el sello marrón la
tierra
y la sombra dejó su soledad
fantasma
tras nuestras espaldas de
triunfo expandidas por el bosque.
Era nuestro destino que nos
traía juntos,
tu amor entusiasta y mi deseo
que viajó contigo.
Antes que la palabra
emergiera de las bocas
nuestros labios de presencia
pronunciaron su apego.
Desplegaste tu risa,
todo el derroche del hambre
del pan honroso
caía en ti la piel de la
manzana calada con el jugo del melón
estacionado.
Cuando arrimamos dos bocas
ciegas
con la trementina surcando
los bordes la piña bañó los cuatro labios.
Tembló el aire su reposo y de
un beso lubricado
estampamos la fortaleza de la
harina y sus derivados.
La curiosa rama del árbol
primitivo
festejó la alegre hora de los
besos de gula.
Mientras tus ojos forjados
desvestían mi piel ávida
y tu roce de copula desfilaba
en tus dientes de hambre
con mi sed insaciable se
trenzaron en una madeja de cuerpos...
Un remolino de aromas
enroscando largos racimos,
reemplazando los ocales por la carne pulposa
y nuestros frutos en alta temperatura
consumían las hebras del alerce.
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