Escucho tus silencios tan
llenos de gritos
aturdidos en la impericia de
tus gestos,
un aurea frágil vocifera y al calar mi oído
percute la impaciencia de mis
desvelos.
Libela con lágrimas de
tristeza luctuosa,
tus alas son raíces clavadas
en la tierra que sujeta
el estigma frio en falsa lana
de esquila
hasta el oscuro olvido una
luna que no arropa
los grises ojos fugitivos de
la llama infructuosa.
Ya no humea el incienso en la
llama de las violetas
y perdidas lilas supuran
trastornos de amapolas.
En la transición dolorosa
me transporté en gestas de
acuarelas,
sobre el lomo húmedo de
pájaros erráticos
buscando la luz de tu imagen
digitando el camino.
Exaltadas mareas forzaban mi
bajel a fondear el ancla
en estos puertos de hierro
ante tu semblante estático,
iniciaba esta noche duros
pórticos con cerrojos
y un delirio de trompetas
levantaba
la retrospectiva imagen del
amos roto.
La bitácora era frente de
murallas obturando el destino
y el polvo en la espuma
metálica cegaba los ojos,
extensas hojarascas invaden
la confrontación del desatino.
Las uñas ya no rasgan el
juego elástico de los cuerpos.
Vocifera el fuego tardío en
distancia bestial.
La piel en llaga toca el
límite endurecido de escombros,
corrientes desbocadas de ríos
a dentelladas
bajo la tormenta demencial,
superan los meandros la
distancia primitiva
se escabulle al liberar la
obligación de la memoria
este sabor a tenebrosa
condena entorpeciendo las mañanas
cuando huelo lirios blancos
clavados como estacas de lejía.
Al cuerpo confuso lilas
monocordes entre agrias amapolas.
Ya no distingo el silencio
del roce ancestral
ni el grito silente tiene las
teclas de mi nombre,
la densa bruma disfraza la
breve levedad
de cuando guitarras felices
rasgaban nuestros acordes.
De LLUEVE EL VIENTO EN LOS
TEJADOS- a publicarse julio 2019 - Ed. PALIBROS - N.YORK - EEUU
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