El rigor del invierno se deshacía en mis manos
como un frio pétalo de frágiles cristales,
entonces la primavera motivaba los panales
con relucientes ropas en valles tornasolados.
Colmenares de estío derrochaban miel por los surcos,
el sol de a gotas diluía dulce zumos labiales.
Ella se formó en todas las estaciones del calendario.
De trigo áureo su cabello de oleaje,
de hojas amarillas su vientre vernáculo,
ciñe minúsculos corales,
abalorios perlados en sus Prístinos collares,
hay melodía en el trino de pájaros locuaces.
Badana de piel laqueada, ojos de sombra
inquieta,
fragancia de huerto sazonado disemina al aire.
En las palmas de mis manos cabe
toda la arquitectura de grácil silueta,
y cuando a veces abatida cae
mis dedos la suben hasta los labios,
le pliego el beso más hondo
que a ninguna mujer le han entregado.
fragancia de huerto sazonado disemina al aire.
En las palmas de mis manos cabe
toda la arquitectura de grácil silueta,
y cuando a veces abatida cae
mis dedos la suben hasta los labios,
le pliego el beso más hondo
que a ninguna mujer le han entregado.
De LLUEVE EL VIENTO EN LOS TEJADOS- a
publicarse julio 2019 - Ed. PALIBROS - N.YORK - EEUU
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