Hay algo que inunda las
calles,
que flota en los bosques
y que no se esconde,
que a veces colapsa o se
pierde en palabras
vagando neblinas de atajos
inciertos,
que algunos le escasean por
no pelearla,
por ella se lucha y se gana
como tesoro.
Vuela en todos los aires del
mundo,
aún en castigados desiertos,
es la herramienta que con la
esclavitud no concuerda su tono.
Suena a respeto soberano, con
alas al desnudo
se vive y se siente. Lo
tienen las aves sin jaula,
las fieras que en su hábitat
la defienden y triunfan,
que por supervivencia rugen
su manifiesto.
Eso que algunos idiotas creen
que es fuego que con agua se apaga,
pero no sabe de subastas ni
se oferta a cualquier precio,
que crece en el alma con llamas,
que no matan las balas
ni se grita ni canta, que
sustenta las democracias,
una bandera de mil patrias
que conviven pacíficas,
denostando guerras de usura
cuántica, no se divide ni se fragmenta,
analfabeta de idiomas y
razas, utopía que se persigue hasta atraparla
y veraz se transforma como
hoja que el viento levanta.
La llevan en su esencia la
sal de los mares, la espuma
que roza las playas, como una
palmera se dobla pero no se fragmenta,
se conserva entera y no
cercenada en canastas.
Esto respira la gente que la
trabaja,
un logro que a diario se gana
entre brumas,
nos hace individuos
societarios,
que nada sabe de colores ni
clases, por dentro late y se cuaja
hasta que fermenta y se
instala, que rasga la tierra con el acero,
pero no es metal que punza y
mata,
que hunde el arado y crece en
las plantas,
no sabe de miedos ni tiembla
su pulso, es como ráfaga
que no se comba ni amedranta,
que vive en el hoy y trasvasa
los evos
motivando dignidad de
múltiples ejemplos.
A eso que persigue confines
transparentes y primarios.
Eso que habilita la
conciencia y las manos,
conoce de temples, da paz y
ternura, vano
nombrarla sin ejercerla ni
defenderla en los actos.
Eso se llama…LIBERTAD.
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