lunes, 30 de diciembre de 2013

AMANTES VIAJEROS HACIA EL VERSO


No hay ave del universo
que no haya trinado nuestro verbo amar.
Amarnos en la dicha de los frutos,
en extensas praderas
que se extienden en las columnas del cielo
o en la agonía del pié antes del precipicio
del sepulcro
donde habita la soledad
que ocupa la sombra.
Ni los grises diurnos
se esconderán en nuestro velo.
Despojamos de voz la palabra celos del rumor
que tiñe hojas destinadas al temor.
Nos pulimos hasta las manos
en la alegre noche de sublimes caricias,
Recorrimos los cuerpos desnudos
beso a beso,
y en la flama genital
como un brusco panal en tempestad
me sumergí en las delgadas sendas de tu sangre
y emergí en tu piel de aposento infinito.
En un combate de indómitos montaraces
desfallecidos nos precipitamos
con las rosas ígneas iluminando la noche.
Conquistamos el territorio de magnéticas uvas y
con blancas manos de artesa elaboramos azúcar.
En la clara palabra se desprendió el silencio
al habitarte con fónicos estímulos en la senda
amante, transeúntes  viajeros hacia el verso.


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