sábado, 29 de marzo de 2014

EN LA HORA DE UN TERREMOTO


Pobres los que dijeron
que el sol se perdió en mi sonrisa
augurando para mi un futuro de espinas,
perseguido por la sombría penumbra
mientras los delataba su lengua funeraria/
Pobres los que opinaron
que mi luz de corazón se apagaría
igual que el herrumbre tocando
marchitas cuerdas de mi guitarra/
        
Los ignoré amor...
Como se ignora al silencio irreverente.
Cerré su boca intrusa de falso pregón
con sus fatigados papeles de anuncio profético y
en sus ojos ausentes les clavé mi mirada
de lanza afilada en la roca/
Sigamos amada,
la noche vehemente no perdió sus párpados,
la tarde se va clemente
con sus naranjas lucientes
y el  jazmín afirma su huella de algodón/

Nuestro amor de inundación lacustre
los cubrió hasta sus rodillas débiles
y de la altura...
Qué sabe la lengua sin paladar de la altura.
Yo miro la altura
y reconozco tus planos de tierra,

Bienvenida amor
a nuestros soles surgentes.
Nuestros territorios de frutos pesados.
Doblamos los brazos de árbol y
encorvando su espiga de tronco,
reinventamos la cristalina esencia
en la fricción del agua con la piedra,
a la hora ágil de un desbaratado terremoto,
que vibra 

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