En la noche abierta
la ventana era una membrana
de transparencia
que cernía el vuelo
de cálidas palomas serenas.
Débil corazón de arena,
cristal de agua eran tus lágrimas
en mi pena.
Torrente de cometas,
la aurora se perfilaba
a estrenar la mañana.
Batimos las quejas hasta
el último trozo de sus rejas.
Caímos como un crepúsculo
de naranjas acuarelas y
sobre el tálamo plegamos las bocas.
La aurora
se hizo de polvo esmeralda
entre los pliegues de la sangre
encinas y almendras,
sabanas girando en rosca.
Y nosotros…
Nosotros molienda de estambre,
voz de corales, dulce gemir zumbante,
dedos enlazados rozando la piel,
yemas de encintas rosas aceradas y
palmas, arrullo de palomas en cadena.
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