Quien
trajo tiznados tus ojos
vestidos
y nutridos del cereal
con
la fortaleza y brillo del metal
y
el rosa esclavista en manojos.
Fue
un astrónomo al descuido
que
prendió un satélite de maníaca muerte,
armó
la revolución del cosmos y sus fuertes
y
la luna dejó una pestaña de plenilunio al olvido.
Arrastró
rústico la campana el fraile a cuesta
recogiendo
la telaraña de las flores dormidas
acumuló
tus pestañas de la verde mordida
el
girasol deslumbrando fracturó su cresta
al
contemplar tu mirada de ardores y
la
perdiz de la tarde y único grano
retornó
al maíz sus colores.
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