Si tus ojos me vigilan, y
tu boca embriagada de luna me mira,
cambiaria el hambre del pan,
por el aroma a violeta que tu piel destila.
Princesa del crepúsculo devorado, y
del cenit calcinado en el fuego del estío.
Corre el velo de
tus ojos,
para que la noche ilumine, y
el oxigeno de los alvéolos mortales,
renueve mi artera sangre consumida.
Princesa del crisol ardiendo,
en ti arde el
gélido invierno.
De la raíz de tu pelo,
cae el alud del negro intenso y absoluto.
Hasta tus hombros tersos del consuelo.
Hombros forjados en madero de algarrobo,
cálida rama de alerce y copa en punta, donde
se despliega, la cordillera resumida por tus
brazos,
Regurgitando lava al volcán de tus dedos en
racimo.
¡ Dedos de uva y
lava que dan sed ¡
¡ Carne y uña, que
causan hambre ¡
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