El
mar con olas de zurriago
azota
piedras del acantilado,
el
estruendo despierta espuma
sobre
colchones de arena.
Tornasoles
de aguas rosas tiñen las medusas,
moluscos
y algas del cenit bajo lunas de estaño.
Aves
milenarias se escurren entre gruesos salpicones
dibujando
crestas azules elevando vuelo.
Más
allá de las alas el ojo del cielo es testigo
en
la creación de dos lenguas coloradas de istmos.
Cuencos
de sales van goteando cúmulos en jirones
de
las barbas del viento furibundo.
Magnificencia
en la memoria del polvo martillado a mazazos
que
tras el topetazo de iracundas olas a la vertical del acantilado
esculpió
formas de harina crepitando bajo pieles renovadas,
mineral
lábil amarelo se escurre en los dedos del cuarzo.
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