viernes, 10 de abril de 2015

EL BALCÓN DE SU TRISTEZA

Ella que peregrinó
el tiempo de los verdes pinos
en la hora del celeste acacia,
llevó sus ojos de fantasía
con ígnea nitidez de lava
incrustada en el mar.
En el orbe expone su figura de carne.
En la diaria fuente de plaza
las ruas con afanes
giran reflejo de cristales.

Sonámbula y con hambre
camina tras su sombra y
en cada paso diluye una aurora.
Señora de nadie.
Dama de Alguien.
Ha rentado su mortaja eterna
en el oneroso menú de las tinieblas,
cuando abre la puerta de su loft
entra primero su soledad de alma
que inverna y
diseña pálidas guirnaldas
en lápida anticipada.
La noche entra con sus muertos
por las ventanas y
el aire desvencijado de sus amores
huye sin saludo
por la escrudiñosa mirilla de su portada.
Su corazón se hizo madero de violín incierto,
rasgando su arcón en la ópera
donde cantan las serpientes su emboscada.
Los ángeles amanecen al espejo y
se diluyen al giro de su cuello en reflejo.
Su desértica mirada se torna aislada
en la planta plástica de clorofila inventada
y siembra su maceta sarcástica.
La anegada riada en sus lagrimas sueltan brea
y el balcón acopia su tristeza maculada.



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