jueves, 16 de abril de 2015

POBLADA DE FRUTOS


Nada te costó enredar los frutos a los hechos
de tu cuerpo cenizo,
ni enumerar las ramas con testimonios del rocío.
Satisfacer mis tallos enmarañados con manos crepitantes
de bríos en el surco del agua en cauce
donde florecían tus huellas dactilares.

Desde altas torres con silabas de tierra y sangre,
te erigiste en la conversión de la piedra,
mientras el verde de palmeras migraba a tus labios
de savia nutriente/
Pacifico descenso en cataratas
de mojadas verbenas sobre meandros del río.

Paciencia de signos cultivó el follaje.
Exprimidas hojas con elixir peregrinaban a mi boca
hasta colmarla de sustancia
con un beso que bajo del cielo colgado
en alas de colibríes zumbantes.

Me poblaste con zumos de cerezo enamorado,
soltando relámpagos con señas de trigos dorados
y cien leguas de raíces arbóreas.

Nada te costó arrastras en tus pies vibrantes
el paso de mil leonas con ojos de pantera hambrienta,
te acompañaban lamiendo el frescor fogoso
de claveles estallando en mis poros
y entre plantíos de alineadas higueras
transparencia dulce de brevas
ablandabas este corazón de piedra.


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