domingo, 26 de julio de 2015

MADRUGADAS




Nos cobijaban amor dulces colgajos
de uvas enracimadas,
suspendidas en hebras de  nubes
una tibia estrella de caña
nos bañó de azucares.
Bajaba melaza a tu cuello
instalándose  en ritmo yugular.

Entramos al cesto del sol
nuestros cuerpos de reflejo.
La vida estallaba en camino gutural
descongelando gélidos témpanos del mar.

El deseo es espuma
que parte como un rayo
en dos mitades al tronco arbóreo
desde el amor en la cuna.

En los tórridos huertos
somos manojo de laureles en huracán.
Larga tempestad del vino,
en turbulencia de instinto volamos
y lentamente madrugan las manos.

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