Soñé que te hallabas sumergida en los puertos
con la marea pegada en tus pies de umbrales y
claras enredaderas coronaban tu cabello de huertos,
incrustando en tu alma cruces
rociadas de Ángeles/
Tu piel inició la existencia de la moneda, y
no hablo de moneda sino de opulentos cobres
La tarde acuática pegaba su abono de brillantes cardúmenes
tu ibas vestida en aterciopeladas gamas de lúmenes/
Así encontré tu ungida amalgama en la pisada,
tu calzado venia de la sombra a clavarse en mi pecho duro,
tu dulce amor volaba la magia de una Pérsica alfombra
tejida con el oro y las hebras del marfil puro/
Me atraparon tus redes en tus regiones de azucenas y
suavicé mi entrecejo austero, entre tus dedos sin temores/
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