viernes, 27 de junio de 2014

Carne mia, con herida apocalíptica profunda que gime,
hay un temblor interno golpeando mis cenizas.
El grito exalta su altura con las púas del piso,
enroscando mis sienes de magro incienso y crueles elfos
batiéndose en una olla de caldo plomizo fundido y
por carda grito desconsolado clama mi oído de conjuro/

Hay un temblor agitando los cuadros,
azotando las paredes donde se estrellan las aves del cuarto...
Hasta aquí penetran sin indulgencia
tempestades suculentas engrillando mis pies educados/

El jardín se aparea, y preña nuevas figuras en la florecida rosa,
con la sed clavada parodia mis noches tórridas
en los quemantes cinco desiertos donde se inmola mi prosa.
Se va tiñendo mi mirada de muertas violetas
invadidas por rencorosas falanges de malignas brigadas/

El cuerpo sin carne ya es un temblor de huesos en sacudida,
un desarmado esqueleto repercutido de atabales.
En la densa noche se tuerce la pureza de mi hoja
Cuando el temblor de las paredes
semeja una jaula de barrotes en lodoso terremoto y
suelta sus interrogantes de inexplicable pagina consumida/
La noche recostada se estira en una luna pavorosa
y en lenta pereza de estéril mitocondria
alarga su vacía glándula sin esternón ni timo,
Queda un abstracto temblor, un fantasma de hipocondría
en la ignorante sien de un cuervo pensativo
sin mas dones que su negra pluma y el maldito picoteo de ojos/
Espesos ecos de cobardes mares muertos sin hombría
retornan cabalgantes peces de espada a clavar mi verso/

Yo solo quiero cantar por las espinas del mundo,
Si el vibrato no merma tendré que escribir,
aún en presencia de la derrota,
con la tinta virgen y
el vigor del rey jazmín que aún brota/

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