viernes, 27 de junio de 2014

PURPURA – PEQUEÑA FLOR MÍA
Pequeña flor mía,
volátil polen nutriente,
como la mínima abeja me circundas
con zumbido de dulce producto,
ante mis ojos desnudas,
en mi palma pareces pétalo
que deambula a mi boca,
y mi piel te toca y mis besos
besan tu corazón de almíbar.
Repentina creces en agua de lluvia,
Nuestros pies se tocan y los labios
ya tienen la misma altura,
te embelleces en actitud ferviente y
forjas un espejo iridiscente sobre tus hombros
donde descansan los poderes de las viñas.
Tu pelo de espigas desciende
entremezclados colores de alquimia,
algo dorado como áurica vertiente
y un tiente azabache cercano
a la oscuridad tras los montes en vigilia.
En una noche cerrada,
atestada de herbarios sales nutriente
como el crudo tabaco fortalecido en la planta.
Son tus hombros un enigma
que en la lupa de mi vista liman sus aristas
y cuando provocan un simultáneo roce,
vestidos de purpura sangre,
se convierten en deseo de estambre y
de los canales arteriales recogen signos de maderas
que arden como leños hachados en prismas.
Al recorrer la longitud de tus venas
se seducen mis palmas artesanas
y brillan en el planeta del bronce
tus curvilíneas membranas.
Se concentra mi instinto animal
como un toro en plenitud genital,
enardecido tras la virtud de la hembra.
Al piélago de tus hombros
cual palomo bravo desafío al silencio,
expulso un arrullo enamorado
en la oquedad de tu oído,
mientras reposo mis mejillas al plácido círculo
de tu hombro
voy susurrando a la caracola
de tu país agrario,
que pacte su riqueza con mi vínculo.

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