viernes, 27 de junio de 2014


La tarde cobró su rutina de invierno y
demoró el reemplazo de la mañana.
El vidrio transitó el sudor de las horas
y pegó a su cristal el trino del aire amaneciente.
Preguntaron mis párpados confundidos
por la presencia de la luz.
La luna hizo su torre de Babel y
pintó sus oblicuas aristas con la roja cinta del sol.
En mi cuerpo de escombro algo resucitaba..
La lluvia descargaba sus corolas y
mi alma absorbía todos los vuelos de los pájaros soñadores.
La sombra entró en caos marital
-como una soledad negra acompañada-.

Pintada en tus blancos muslos la estrella perdió su esencia
y el rocío ardió su humedad al leño.
En el mar de mi ola quejumbrosa su esencia
copuló tu boca de beso con mis labios.
El desborde natural de los metales armó su estrategia
de inútil serrucho y halló su ruinosa táctica de plan.

Tu fuiste el milagro que pronunció los ordenes y
el mundo acató tus sabios dones de palabra.


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