viernes, 27 de junio de 2014

Vírgenes sin escuadras
perdieron el ángulo de sus muslos
en templos inútiles velando
amarillas pizarras y santos mustios.
Frías bombachas que no suspiran
se congelaron al minuto
de la esmeralda petrificada.
El tiempo ha enloquecido
de contar secuencia de números.
Álgebra de enaguas antiguas
la hoja del placer se aletargó
en un reloj moribundo.
En su peso caen erectos árboles
hartados del reposo de las faldas.
La ceniza del corazón
se fraguó en la ausente juventud.
La luz se hizo sombra de ciegos corceles.
Dibujó sus espaldas un príncipe azul y
murió en los muros de las pizarras.
Mi dulce amiga, cruz del amor casto,
se escriben diez siglos con hilo
en el borde alambrado de tu corpiño.
La libido se diluyó
entre las aguas higienizantes
el amor apretó tus dientes
y llenaste de lágrimas
la copa transparente
de nácar ausente.
Tomás tu agenda oxidada
tachando nombres que ayer fueron
promesas de amores y
hoy hacés trizas
sus recuerdos insistentes.



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