Hay una noche,
un tiempo hueco, sin
testigos,
una noche de uñas y silencio,
páramo sin orillas,
isla amarilla entre los días,
una noche sin nadie
sino su soledad multiplicada.
Se regresa de unos labios
nocturnos, fluviales,
lentas orillas de coral y
savia,
propagan el deseo erguido.
La noche abre sus manos de
brillo,
testimonio de centelleo
progresa
solo dos palabras silabea
amor , ternura
al nido del tálamo
ese flujo constante
de caudales sin testigo
siempre retrocede la luna
que conquista al reducto
enamorado.
El sol despierta con luces
de prismas en las manos
reluce el oriente del árbol,
hay iridiscencia de
luciérnagas
en los faros febriles,
busca el crespón bermejo del
gallo.
Anuncia presencia
el beso argento abatido
en las pérgolas de mis labios
señas de ribetes en la noche
estremecida.
Despabilar en una copa acuosa
desvelado el sueño del
letargo,
su boca de panales, miel de
instinto
surtidora Prístina,
muerdo el coyuyo
como si amaneciera ciñendo su
cintura
y mis dedos usurpando otros
sitios.
De LLUEVE EL VIENTO EN LOS TEJADOS- A publicarse en julio 2019 - Ed. PALIBROS -
N.YORK - EEUU
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