En el bar... Un bar sin nombre para él.
Quizás la perdición o la salvación, que más daba si aun rondaban sus fantasmas/
Las paredes no hablaban ni el piso
repetía su sexta copa de tinto/ Sentaba su mole estirando el peso en los codos
de la barra.
El hombre repetía su sexta fórmula
alquimista de alcoholes inventados.
Era Manuel... Sentado solo en una
galaxia de propio asiento.
Sentado sin respaldo, como se posan las
cosas muertas, un decorado florero, o una maceta de ancha base inestable/
Torcía sus nalgas de aposento... Llevaba
tanto tiempo que había perdido sus postreras líneas/ Las horas seguían el
milenio en los surcos de su ausente mente/
Manuel pidió la séptima copa con
calma... copa de mito Lobizón,
en su babélica voz el barman entendía su
gesto.
Le estiró su séptima copa, él la tomó
con dos dedos marrones de nicotina y la piel ajada, mostrando el trabajo en su
muñeca gastada.
Había andando cartoneando bajo la
lluvia,
estibando bajo el sol riguroso,
maquinista de ciudad fue,
orden del transito más desordenado que
sus dominios.
Vistiendo su manga blanca, picador de
boletos citadinos.
Jornalero y cosechador, juez de su
destino cuando anduvo en el campo
sembrando las verdades del cereal y la
espalda doblada de la papa.
Fue matrero, curtidor y pobre peletero
de caras pieles de nutria al precio
establecido del mercado/
Degollador de vacas olvidadas en alguna
aldea..
Ahí dejó su paso un camino de honra/
Ahora...
En el bar, la séptima copa perduraba su
estación bamboleante/
Manuel luchó contra la gravedad, el mozo
acomodaba sus lados pensando que era otro borracho en derrota diluyendo su pena
en gotas.
Manuel festejaba su último trago de
embrujada séptima copa aun no vencida. Su clara frente de memoria sabía que fue
respetado.
La noche seguía su hora de sueño y él...
Empeñado vigía vespertino
seguía su fiesta batallando hasta el
último vidrio que el limite de su sangre toleraba. No es solo alcohol la
disputa, es su condición de hombre,
ganar la guerra del vil cristal y
sentirse autovalorado.
La copa es simbolismo de un atleta
fracturado/
El ágape liquido al celebro de un
anacoreta trabajador triunfante/
Cuando picó el maní salado sintió el
trofeo del respeto bien ganado/
Salió del bar con paso tambaleante y
amplio, aun las veredas recordaban sus cantos/
Iba con su paso sonando como los
aplausos que la vida le había esquivado.
Casi inconsciente salía sonriendo,
levantando su puño victorioso en alto/
Había derrotado la vigencia de la
séptima copa,
Su brazo elevado como antiguo gladiador
sumando cada guerra camino a la libertad, como una inmaculada estrella hecha de
carne y hueso/
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