miércoles, 14 de agosto de 2013

ARBOL...


      ARBOL...   (RICARDO ALVAREZ).

El ñandubay viejo, 
partido en decenios, 
espera el ocaso, en manos de un leñador. 
Su mitad es muerta naturaleza. 
Su orgullo el renacer 
en cada lluvia de enero. 
Aun su piel ansía con lucir verdes brazos. 
No le teme al hacha. 
Solo al abatir de la espera. 
Antes de morír al yugo del hachero 
o ser madero de calor en leño de hogar 
o pútrido mástil de campo 
o rueda de carreta olvidada. 
Fortalece sus entrañas, 
Se hace duro antes de ceder al espanto. 
La aridez lo arruga. 
El esta sediento de río. 
No implora ni canta alabanzas. 
Su madera noble es corazón de esperanza. 
Aguarda de pie, con altivez y orgullo. 
La frente mirando a la vida. 
Sus ojos apuntan al cielo en plegaria de credo, 
que otro rocío de enero lo moje 
y otro milagro renazca. 
Ramas a los aires y respira, 
con los pulmones verdes de esperanza. 
Barre su moho de herrumbre, 
Asoma un retoño y clama al aire. 
Que renazca un nuevo hombros y 
derrame sus brazos nuevos expandidos.

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