martes, 30 de septiembre de 2014

BESARTE



Al darte la pureza de símbolos celestes
tus labios rojos de invisible leña abrazadora
se inclinaron a mi boca de áurea nieve.
Eras la verbena azucarada
en la hóspita calma del ceñido reducto.

Violáceos alhelíes en el círculo
de tus manos me abrazaban
y ceñiste tan fuerte tus anclas de brillo
que el corazón hablaba en la proximidad de tus ojos
y pude besarte con la mirada.

Cuando sobre mi frente grabaste el vínculo
te torcías grácil abejorro,
con lenidad de algodón eras almohada de seda,
arcilla alfarera sembrada hasta los huesos

en el  fresco aliento de mis mañanas.

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