domingo, 28 de septiembre de 2014

LLÉVATE MI PIEL

Ahora Jorge vuela
en cuatro alas de mágica mariposa.
En un corcel dorado,
hecho de espigas libres y soleadas,
vuelve su propia voz
subiendo el arco eólico del vástago,
en la altura conquista
el aire de las aves y
son sus alas en mi cielo sin borrascosa
deletrea sílabas propias
que mi verso atrapa de memoria y
como hiedra afable se enreda en mi verbo
sin época
hasta el feliz hartazgo.

Giran en círculos aspas de molino
cuando murmura con la tempestad del vino,
asciende su fuerte aliento de rama ornada,
rompe su peñón de vidrio y
amanece en un trébol afortunado de hojas.
En sus manos teje un forestal tupido,
creciendo con sus ondinas boscosas
refrescando la piel suave del hollejo.
Yo te veo amigo,
con los mismos ojos inclaudicables
con que hoy reviso el papel.
Con la afable mirada contemplativa
conque tus manos saludaban el ayer en pergamino.
Manos estremecidas de canto vívido
manejando la hoja nevada del cerezo nipón florecido.
Te he visto mas allá de la gama del arco iris,
en la anatomía de tus alas reflejando ultravioleta.
resbalando en carne y hueso tu arte de patineta.
Te vi saltar los alambres de la pradera obsoleta
y tras el vitraux de tus ojos merecidos
con dos pupilas de niña embelesarte.
Te he visto soplar un papel y
armar la sonrisa de un payaso erguido.
Mover tus pies de ozono por la baldosa,
hallarte tras el dorso de todas las cosas
reflejando del ocaso lumen al límite florecido
en tus sueños emplumados seguías levitando.
Ahora jorge, amigo,
sigue volando en la espira de un carrusel divino
porque del suelo en que tus piernas han partido
dobló la tierra sus pies torcidos y
en tu mundo de riqueza estacionada en latido
con hombros de alerón abierto ibas rasando
tu vuelo de querubín con oxigenado respiro...
Llevabas tanto aire tras las rayas del tigre sumergido
que en tu espalda de destino
que volvías de las rejas con locura y desatino
a enriquecer los copos nevados de las nubes.
Con la gracia ágil de un saltimbanqui y
la prestidigitación de un mago te vi refrescarte
en los peldaños mojados de la escalera de la muerte.
Hacer de un charco un azul estanque
y en la vía Apia de las turquesas
suspirar ellas por tus desvelos.
¡Te digo amigo!
Que  entre las horas predilectas de mis recuerdos
tú ocupas el trono de la conquista.
Breve adiós amigo…
Hasta el encuentro que trasvasa
los espejos del tiempo,
en los mármoles de un ágora
me siento a evocar tus verbos.
llévate mi piel y déjame tu aroma.




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