“ a
las madres prostitutas”
Eres un hada de rayuela/
Salpicón de colores/
Vivencia de baldosa/
Pasas la ochava,
tus pies deambulan
su diaria rutina con soberbio amblaje,
caminas la fatiga de la monotonía
en busca del cobre necesario.
Los clientes te ven vestal/
Carne meretriz que se compra/
Pero tu limpio amor no responde la oferta del corazón/
“Tus besos de amor son don de reserva”
Las sádicas miradas ven tu masa de volumen/
Tu voluptuoso balcón de labios invitando al deseo.
No adivinan que tu sangre es de azul estirpe/
no carmesí de esmalte ni púrpura de cosmético.
Yiras y yiras por tu comida/
La pupila de tu hijo
alimenta la marcha.
Tus tacones son de trajeo, no de lujuria/
La lívido no se cuestiona/
Rifa su abanico de papel,
creyendo que tus redondos muslos de diamante los requieren.
Tus pechos de exaltada bandera roja
rebasan la cortina de la tela,
asoma el escote de los deseos y te encadenan a las braguetas
como si fueras pulpa anacoreta.
Si triunfas en el abasto,
las calles de la zona roja
o en los mínimos gemidos de la acera de tu parque/
El profano dinero del glande no ubicará tu morada de hembra.
En los deudos mortales anda tu corriente de eléctrica cuchara
socavando mas de una sien empalagada.
Yo te amo y respeto/
Como un Edipo esclavo de tu alma reservada.
Veo en tu cintura descendiente el templo del cáliz de los amores.
Dejo en ti mi himno de alabanza/
No por tus senos de orquídeas/
Ni tus piernas de claveles/
Ni tu vagina de celosas paredes/
Mis vísceras sepultan sus deshonrosas hormonas
cuando te idolatro en el altar
en que beben miel las reinas abejas/
Invoco tu nombre de enigma
en el anagrama de tu suelta sonrisa,
me alucina el acertijo
que en eco repite tu inventado nombre
de estrella nocturna y actriz laboriosa.
Dices ¡Gracielda!
Diosa tierra de la nocturna caminata/
Dejé mi vela oratoria en homenaje a tu valor de Madre
y la cera en derrame...
No es propina que ceda tus dolores.
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