lunes, 28 de abril de 2014

MI TIERRA MESOPOTÁMICA


Tal vez mis ojos de pereza tardía no vean mi litoral,
suave trino de calandria y agua ligera durmiendo en las nubes.
Quizás no pueda ver mas el bálsamo curativo del Gualeguay
y sus cerdos, ni la dura patria del ñandubay con el sonriente ceibo/
la escrudiñosa mirada del Gualeguaychú de los pájaros.
Tronco del sur.   
Belleza sin igual
donde andan a la par la suave melodía del cantar entrerriano
y la seductora figura de la gringa mujer mezclada de razas.

Mesopotamia del sur/
Pequeño país indómito de Ramírez,
tesón de Irazusta, indomable rebeldía de Urquiza.
Paraíso que renace y llora con la implacable gravedad de la lluvia/
conserva su verde suero a los potros cabalgantes y
al paso furioso del toro servidor y su bramido.
Es mi adoptiva patria de poetas y servidores comunales
donde la plaza San Martín conserva sus bronces de busto.

Allí el árbol y el animal son mas que un camalote,
un barajo de la verdad pasando su carta de celestes bastoneras
que alimentan el Carnaval del País.
La misma brisa se burla del viento/
La luna y el sol equiparan sus bellezas.


                   I

Hoy la pared.
Nadie más.
La palabra distante yace suspendida perdiendo la tonada
en el cruel vientre  del ladrillo la estrella pálida se afina
y el brillo de estrella huye del artificial metal bruñido
en la clandestina noche el agua llora su suspiro.
Lo que fue mi casa azul
ha cerrado sus ventanas de momento,
la estancia del gris estableció su permanencia
y la oscuridad estableció su trono tirano de tiniebla.





                   II

En los muros va quedando mi jardín de pequeño país de elección.
El antaño me evoca los pocos besos del castaño,
el silencio marca su huella aliada de soledad
y el bello jardín del monte se me ocurre cada vez mas patrimonio ajeno,
aunque mi corazón rebelde se niega al osario del cemento y
añora la dulce acogida del “hermano” en su acento de sangre.

La luz de la mesa claudica indolente y

aun mi alma no resuelve el dolor de la distancia.
El seco papel blanco me deja el ansia de la humedad
cuando roza su hastío impotente al verde y
solo recoge el amarillo del pergamino.

                  
                            III

Me agita aun el sueño del sur litoral del este.
Patria celeste llamada Gualeguaychú.
Aunque la hora tase sus verdades de subasta,
mantendré mi alma en paz, a la sombra quieta de una chamarrita.

Sumergirme al agua del sábalo y el dorado

es mi anhelo de río  enamorado
donde el suspiro no es cenizo de resuello
sino alma caliente de reflejo cuando baja la luna en fogón,
mordida de asado con cuero, cofradía de mateador,
su canto de silencio me deja el panorama de esperanza
 y mi piel de alabanza persigue su hermandad.



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