lunes, 28 de abril de 2014

QUE SUENEN LOS EBRIOS VIOLINES

Que suenen los violines ebrios
de trementina en los largos hilos
verdes del pino.
Que se escuchen las campanas de los
cerros en un festival de alambres
donde se desenrosca tu pelo/
.
Que el arrullar en eco de palomas
traiga un festival de frenesí en la foresta.
En otro plano
que se haga lenta la pleamar
hasta inundar nuestros cuerpos de arenaj,
aguas arriba del salitre, vuelo dulce
de gaviotas,
Orquestado rumor de caracolas,
ostras en mitad de cada ola
nácar reluciente de estuche,
resguardo de esfera perlada/
.
Ay amor,
que infinito el paisaje
que se pega al alma y danza en las pupilas
de los ojos brillantes/.
Emborrachemos nuestras bocas
de blanquecinas violetas,
que el agua no detenga
la multiplicación eléctrica
en tus frescas caderas/

Que el poniente se haga de purpuras y
el crepúsculo nos talle
como estáticas figuras,
inclinando las bocas de la tarde
en el roce de dos islas naranjas
que tiernamente
se acarician con los labios/

Con afortunada pasión la espuma azul
nos carga dinamizante
bajo la enérgica luna
que asoma su vestido lácteo
con ornadas lentejuelas oscuras.
Que nos fotografíe la vida
cuando rodamos
en napas submarinas
cual dos delfines apareados,
hijos de lejanas colinas/
Anclados entre los sonidos de la tarde
y el silencio urdido de la noche,
Mordiéndonos los labios
en un derroche salvaje
de uvas a borbotones


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