miércoles, 2 de abril de 2014

DOMINIO DE SU ÁCIDA BOCA


Los labios le saben a ácido,
a amargo acetato de mares muertos
en aguas clandestinas.
Su beso despliega acíbar y en su hora
predilecta hay un espejo solitario.
Ve transeúntes de rostro ambiguo
que mordieron sus muslos de calendario,
sus perplejas piernas de estirada anguila
evocan el plan atroz del crimen de su vida.
Esa mujer que su puerta abrazaba
ofreciendo desvencijada mercancía y servicio,
llevaba hedores a glándulas impregnados
hasta los huesos.
En su afasia se torcían emociones,
rígidas glaciaciones en su rostro de pasa.
Nadie glorificó su anticipada lápida
cuando muda relató su vacua rutina.
Apoyó su espalda de infinita agonía y
en su memoria revisó imágenes pálidas
en las noches que el polvo del ladrillo
dormía en viejos puertos de troncado destino.
Ni un minino humor movilizó su parálisis de risa.
Se incorporó a la longa fila de la faena
histórica en una larga noche de prostíbulo,
con premeditación pintó sus labios de falso fulgor
y fue carne lasciva de viajeros sin pudor.
En su próxima forma diurna
vasos rotos cayeron de su boca desanimada.
La tarde se hizo expansión de oscuro cubículo
y en la pared pendía un marco sin foto.
Le quedó una mueca de boca viuda,
un inútil reloj doblado fabricó
su tiempo de prisión
 sin importar raza ni nación.
Se llenó de peso la balanza
 con perdigones de hastiado plomo,
el azufre se confundió entre los metales
y una lengua apocalíptica mencionó
párrafos del ser y su levedad.
Ella se fue aferrándose a un signo astral
con los cueros de la cortina suspendidos
en el marco de la puerta,
en un prolongado mundo de siesta
abiertos los dominios de su boca en sonrisa natural.

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